jueves, 24 de enero de 2008

Aprendiendo a vivir

Ayer hablaba con un amigo acerca de las construcciones de la realidad. De cómo varía de uno a otro, dependiendo éstas de lo que vemos, lo que escuchamos (o leemos) y la interpretación que hacemos de los hechos. Y, por supuesto, de nuestra experiencia propia, lo que hemos vivido y permanece agazapado, esperando el momento oportuno para sorprendernos.
Así construimos nuestro mundo (puedo olvidar variables, pero creo que nombré las más importantes). Y en función de esas "construcciones", tomamos decisiones. ¿Podría decir que nuestra libertad se mueve en ese mundo creado por nosotros? Para debatir. Lo cierto es que las personas con las que convivimos a diario también realizan sus propias construcciones. Que no son las mismas que las nuestras. Aunque encontremos, con algunas, muchos puntos en común. Lo que nos permite generar proyectos, amistades...
A qué viene todo esto, podrás preguntarte... Trato de entender. Y de entenderme. Por qué tantos desencuentros, por qué tantas malas decisiones... Evidentemente construí un mundo "paralelo", tan alejado de la realidad, que terminó transfigurando no sólo los hechos, sino también a las personas implicadas. Las desconocí. Y de paso, terminé desconociéndome a mí mismo.
¿Justifica esto lo actuado? Por cierto que no. Y por cierto que el tiempo no puede volverse atrás. Pero me ayuda a entenderme. Y hoy, de la mano de quien desde mi adolescencia le dio sentido a mi vida. Que no pide explicaciones, como hoy yo tampoco las pido. Sólo sabe esperar. Y confía en mí.
Vuelvo a encontrarme conmigo. A mis treinta y diez. Para reconstruir sobre los escombros. Ahora tengo un buen arquitecto. Y también manos amigas que, a pesar de todo, siguen estando para que (a pesar de mis peores pronósticos) pueda continuar creciendo y aprendiendo a vivir.

lunes, 21 de enero de 2008

Mi corazón en tus manos...

Estás ahí, siempre ahí... En mis sueños, en cada canción veo tu rostro. En cada rincón de mis recuerdos, en cada cielo estrellado, en cada palabra que no quiero decir, pero digo. No hay peor distancia que la que genero, sabiendo que no hay posibilidad de olvido.
Tu cabeza sobre mi pecho, escuchando los latidos de mi corazón... tus manos acariciando las mías, descubriéndolas... tus silencios hechos palabra, y la constante sensación de saberme importante para vos. Como vos lo sos para mí.
No quiero olvidar. No quiero que tu imagen se esfume de mis ojos. Ya no quiero saberte lejos. No quiero creer que es demasiado tarde. Te extraño. Y no puedo dejar de seguir esperándote...